Ricardo García Posada
División: Salvador
Edad al ser detenido: 43 años
Cargo: Gerente general
Multifacético es el adjetivo que mejor describe a Ricardo García. Con la misma facilidad con que estudió dos carreras en paralelo, Ingeniería Civil y Economía en la Universidad de Chile, tenía habilidades para tallar un rostro humano en un cuesco de palta o subirse a un escenario para actuar como mimo.
Era el menor de seis hijos de un matrimonio de inmigrantes españoles. Desde pequeño mostró habilidades académicas: egresó como alumno destacado del Instituto Nacional y, tras su paso por la enseñanza superior, también integró el teatro de mimos de Enrique Noisvander, considerado el inicio de la pantomima en Chile.
Fue en esas tablas donde compartió escenario con figuras referentes de la época, como el recordado cantautor Víctor Jara. Y allí también conoció a Rolly Baltiansky, que luego sería su esposa y con la que tuvo dos hijas. Paula García, la menor, tenía tres años cuando Ricardo fue detenido y luego fusilado en octubre de 1973.
Por su corta edad, cuenta que los recuerdos de su padre los ha armado con los recuerdos de otros, en conversaciones familiares y con amigos de esa época. Así supo, por ejemplo, que tras casarse aceptó un empleo en la Cepal, por el que luego la familia partió a vivir a Montevideo en Uruguay. Para el triunfo de Salvador Allende en 1970, a quien conocía, ya estaban de vuelta en Chile. Renunció al organismo y en 1971 “aceptó ponerse a trabajar por su país”, al asumir la gerencia general de lo que hoy es la División Salvador.
“Fue una persona muy, muy querida por toda la gente que lo conoció allá. Me he encontrado con muchos trabajadores de esa época y se les salen las lágrimas contándome cómo se preocupaba por ellos y sus familias, porque era muy humano y cercano. Tenía una ilusión muy grande de que todos tuvieran una buena vida, con igualdad”, describe Paula.
Sus aptitudes artísticas y manuales están plasmadas en las piezas de ajedrez, que custodia su familia, y que él alcanzó a tallar de un palo de escoba en los días en que estuvo detenido en la cárcel de Copiapó, donde también aprovechó de enseñar matemáticas a algunos internos.
El 12 de septiembre de 1973 toda la familia fue trasladada a una residencia en Potrerillos, donde un carabinero le ofreció en privado una camioneta para escapar con su esposa e hijas, pero él la rechazó. “Dijo que no lo haría, porque no era un delincuente; no había cometido ningún delito y quería estar junto a sus trabajadores para que no pensaran que había hecho algo malo y que los estaba abandonando”. En los días siguientes, Ricardo, de 43 años, fue trasladado a la cárcel de Copiapó donde su esposa lo visitó a diario. Las niñas quedaron al resguardo de la abuela en Santiago.
“La última vez, mi madre lo vio de lejos, el día antes de que lo ejecutaran. Mientras cruzaba el patio de la cárcel, resguardado por dos militares, le hizo un gesto con la mano, pidiéndole que se fuera. Ella quedó confundida. Asumimos que iba a una sesión de interrogatorio y de…, me cuesta decir la otra palabra”, dice sin mencionar las torturas.
La Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación describe que Ricardo, militante socialista de 43 años, fue secuestrado por miembros de la “Caravana de la muerte” y llevado al Regimiento de Copiapó donde fue torturado y ejecutado en la madrugada del 18 de octubre de 1973, junto a otras dos personas: Benito Tapia Tapia, dirigente sindical de Salvador, y Maguindo Castillo, empleado del mineral. En los tres casos, sus cuerpos no fueron entregados a sus familiares y hasta hoy se desconoce su paradero, por lo que se configura el secuestro permanente. En estos 50 años se han realizado varias campañas de excavación y búsqueda en las zonas aledañas, sin éxito.
Las muertes de Ricardo García, Benito Tapia y Maguindo Castillo forman parte de la causa rotulada “Caso Caravana episodio Copiapó”, cuya sentencia final en la Corte Suprema fue dictada en 2017 y condenó a seis exoficiales en retiro.
En agosto de 2004 el antiguo aeropuerto Salvador Bajo de la ciudad minera fue bautizado como Aeropuerto Ricardo García Posada, en homenaje a él y a las víctimas de la “Caravana de la muerte”.