Carlos Garay Benavides
División: Chuquicamata
Edad al ser detenido: 25 años
Cargo: Supervisor en la planta termoeléctrica de Tocopilla
Oriundo de la comuna de San Miguel de Santiago, a Carlos Garay Benavides lo recuerdan como un joven de sonrisa contagiosa. Segundo de cinco hermanos, gozaba al interpretar los clásicos de cumbia —o cualquier música de fiesta— en las reuniones familiares, en las que su hermano mayor se hacía cargo de las líneas melódicas con la guitarra y él marcaba el ritmo con el bongó.
Con fama de tener “buena pinta”, junto a un compañero de andanzas solía merodear una parroquia aledaña intentando enamorar a las jóvenes que asistían al Mes de María.
Estudió en la Escuela Industrial José Santos Ossa, a la altura del paradero 3 en Avenida Santa Rosa, donde adquirió los conocimientos técnicos que le permitieron conseguir un trabajo en Antofagasta, ciudad a la que se trasladó a fines de los años ’60 para aportar a los ingresos familiares.
“Cuando pequeños, me llevaba en brazos a todas partes, parecía tener cantidades infinitas de cariño para regalar. Además, me iba a dejar y a buscar al colegio para ayudar a nuestra madre”, cuenta su hermana Adriana.
Era hincha de Colo-Colo, pero no le gustaba jugar a la pelota. Él prefería las artes marciales, específicamente el karate, cuyos conocimientos traspasaba a jóvenes y niños en Tocopilla.
Fue en el norte donde se le abrió la puerta para trabajar en Codelco, en el cargo de supervisor en la planta termoeléctrica de esa ciudad, que alimentaba de energía a la División Chuquicamata. Nunca dejó de enviar plata a Santiago para costear los gastos de sus hermanos.
El 12 de septiembre de 1973, Carlos, militante comunista, fue detenido por funcionarios de Carabineros en su lugar de trabajo. Encarcelado en Tocopilla, fue trasladado por Carabineros y miembros de las Fuerzas Armadas el 8 de octubre, junto a otras cuatro personas, a una mina a 15 kilómetros del poblado para realizar trabajos forzados. Según el relato oficial de la época, intentó darse a la fuga junto a otros cinco prisioneros. Tras no obedecer las advertencias, les habrían disparado. Dos de ellos habrían muerto, mientras los demás, entre ellos Carlos, huyeron heridos entre los recovecos subterráneos de la mina de 380 metros de profundidad, sin saberse durante años nada más de ellos.
En 1990, por orden judicial se ordenó la excavación de la Mina “La Veleidosa”, donde se encontraron los cuerpos acribillados de los presuntos fugitivos, con señales claras de haber sido fusilados. Los testimonios a la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación de quienes los vieron con vida por última vez relatan que la mayoría de ellos estaba en precarias condiciones físicas producto de las torturas, antes de trasladarlos, maniatados, al desierto. La Comisión Rettig se formó la convicción de que la versión oficial era falsa, y que Carlos fue detenido, torturado y ejecutado por agentes estatales y se mantuvo como detenido desaparecido durante 17 años.
En 2015, casi 42 años después de su ejecución, seis miembros en retiro de Carabineros y el Ejército fueron condenados por su responsabilidad en el homicidio y secuestro calificado de Carlos, sentencia que fue confirmada en 2021.