El cobre interviene como auxiliar del trabajo de las enzimas en más de un centenar de procesos; por esta razón se dice que el cobre es una coenzima. Por ejemplo, hay coenzimas que intervienen en la oxigenación de los tejidos y cuya carencia produce anemia; otra coenzima es la lisoloxidasa, que participa en la formación del colágeno y su carencia produce fragilidad ósea y de cartílagos
También el cobre favorece el normal funcionamiento del sistema cardiovascular, protegiendo el músculo cardíaco y propiciando la formación de elastina, una proteína que da elasticidad a los vasos. Estimula el sistema inmunológico, ya que participa en la formación de glóbulos blancos que aseguran la defensa contra los microbios que atacan el organismo y además facilita la absorción de las vitaminas en el intestino.
Dado el carácter esencial del cobre para la salud, los riesgos para la población están más asociados a una ingesta deficitaria, debido a una alimentación pobre en cobre, que a una posible toxicidad por exceso. No existen casos reportados por toxicidad de cobre por ingesta de alimentos, pero sí se reconoce que aguas contaminadas con altos niveles de cobre (superiores a 3-5 mg /litro), pueden inducir malestares gastrointestinales pasajeros en algunas personas con mayor sensibilidad. Las enfermedades asociadas al cobre radican en fallas de origen genético o a la incapacidad de regular la cantidad de cobre que ingresa al cuerpo. Afortunadamente estos son casos muy poco frecuentes.