Tanto las familias de la antigua Roma con los chefs de todo el mundo han conocido los secretos del cobre, que hacen de sus preparaciones algo único.
La mermelada de la abuela, el delicioso chocolate o los dulces almíbares y caramelos no serían lo mismo sin las ollas y sartenes de cobre. ¿Por qué será que los expertos de todo el mundo prefieren este metal a la hora de cocinar? La respuesta es simple: las inigualables características del cobre hacen que sea el distribuidor perfecto de calor, evitando que los alimentos se quemen y resaltando sus sabores y colores.
El metal rojo es conocido por su gran conductividad térmica, esto hace que el calor de la llama se distribuya de manera uniforme en la olla o sartén, sin puntos más calientes que otros. Así, los alimentos se cuecen de igual manera estando en el fondo o en los bordes superiores del recipiente. Además, las características del cobre permiten que el calor se mantenga por más tiempo, logrando una cocción más pareja y un considerable ahorro de energía.
Otros metales han ido cobrando popularidad dentro de los círculos gastronómicos, como el acero inoxidable, por su resistencia y facilidad para limpiar; y el aluminio, aunque sus características hacen que reaccione a los alimentos ácidos, otorgándoles un sabor metálico y a veces decolorándolos.
Lo contrario sucede con el cobre: hace que las verduras conserven sus colores, evitando su ennegrecimiento. Además, gracias a las propiedades antibactericidas, las preparaciones en cobre son más higiénicas.
Y no hay que dejar de lado un importante detalle: diseñadores y decoradores prefieren el cálido color rojizo de ollas y sartenes a la hora de componer los diseños de sus cocinas, ya que sólo con estos artesanales implementos se logra crear un ambiente hogareño y acogedor.