Cien niños y adolescentes en vulnerabilidad social son los protagonistas de un proyecto socio-educativo que en cuatro años se convirtió en uno de los principales colectivos de su tipo en el país.
“Queremos institucionalizar este modelo como una forma de hacer minería sustentable en Chile”, dice su director Mario Brignardello.
La tarde es calurosa y un grupo de diez violinistas siguen risueños y concentrados las indicaciones entregadas por la concertista Elizabeth Villarroel. La talentosa alumna de 14 años es la monitora de la sesión, en una escena que se repite en varios salones de la casona de la Fundación Orquesta Sinfónica Infantil de Los Andes, con otros de sus compañeros liderando ensayos en vientos, bronces y percusión.
Es la demostración in situ del sello de trabajo en equipo del modelo de aprendizaje implementado por el colectivo, que durante esa jornada ultima los detalles finales para unas esperadas presentaciones: una en San Fernando, Región de O’Higgins; y dos presentaciones en el Campamento Minero de Salvador, específicamente en la Plaza de Diego de Almagro y en el Cine Inca, que se llevaron a cabo exitosamente a fines de noviembre. La gran mayoría de los chicos jamás había viajado en avión y por eso estas experiencias fueron especiamente para los jóvenes que estuvieron muy entusiastas y ansiosos.
Valores compartidos
Separados en tres secciones y nueve sub-secciones, 67 adolescentes de entre 11 y 17 años protagonizan el emblemático proyecto socio-educativo impulsado por División Andina y que en los próximos meses concretará una de sus etapas más ambiciosas: la disposición de un grupo de 120 niños -con edades que van desde los cinco años- que materializarán la segunda orquesta infantil de la agrupación. Será la cuarta al alero de Codelco.
Desde su inicio, esta iniciativa ha incorporado a más de 500 menores, la gran mayoría en vulnerabilidad social, quienes han descubierto nuevas herramientas y valores para su futuro.
Un niño llega sin saber nada de música, este punto de partida permita el desarrollo no sólo de sus habilidades específicas relacionadas a un instrumento sino que abre una enorme posibilidad de nuevos aprendizajes ligados al desarrollo humano. Explica Mario Brignardello, ex Primer Viola de la Orquesta Filarmónica del Teatro Municiapl de Santiago y actual Director del Sistema de Orquestas de Codelco.
El proyecto fue presentado a diferentes instancias antes de su implementación definitiva, en diciembre de 2008. División Andina de Codelco, a través de su ex gerente general Daniel Trivelli, fue la primera institución en creer en el potencial de la iniciativa. Según Brignardello, “la Corporación tuvo la capacidad de proyectar este trabajo en su dimensión cultural, social y comunitaria”. Y así se hizo realidad.
“Sabemos cuánto nos aprecian y lo que significamos para ellos (Codelco). Más que un símbolo de la Corporación, nos sentimos un reflejo de sus valores. Tengo la esperanza de que logremos establecer un sistema que logre posicionarse como un modelo organizado. Y a partir de ello, institucionalizar este proyecto como una manera de hacer minería sustentable y cultura educativa para los niños, sus familias y la comunidad”, explica el director.
Mirando un nuevo horizonte
Loreto Guerra es psicóloga clínica infanto-juvenil y su labor en la Orquesta consiste, a través de sesiones individuales, grupales, talleres y jornadas psico-educativas, en contener aspectos donde los niños se encuentran debilitados o que no han sido explorados. Mediante estas técnicas, los chicos mejoran su autoestima y se enfrentan con un mejor soporte emocional a su entorno, contrarrestando miedos, angustias y odios.
La especialista comenta que “hay mucha violencia, ausencia paterna, agresividad, machismo. Nuestro trabajo es abordarlo desde el conflicto reprimido e internalizado como una conducta, mostrándoles que esa no es la conducta esperable y que es posible relacionarse con el otro de una manera menos invasiva y más sociable”.
“Estos niños valóricamente van desarrollando sensibilidad; internalizando valores que están fuera de su estilo de vida, son hijos de padres ausentes, maltratadores, familias carentes de medios económicos. Buscamos romper ese círculo de errores, que están ligados con la carencia de educación”, complementa Brignardello.
El caso de tres hermanos, hijos de una trabajadora agrícola e integrantes de la sinfónica durante su primer año, es un emblema para el equipo multidisciplinario de la Fundación. Pese al riesgo que supuso su ida de Los Andes, los chicos buscaron una orquesta en La Pintana para continuar ligados a la música y lo que ella conlleva.
Según el director del proyecto, este es una de las principales directrices de su labor: no importa el tiempo en que los chicos participen, sino que ese tiempo sea influyente en sus vidas, constituyéndose en un instigador de su desarrollo futuro.
“Para mí, la orquesta es una silla. Si yo me paro y miro, veo un horizonte y sé que ese horizonte lo puedo abarcar. Pero si me paro sobre la silla veo un nuevo horizonte”, subraya Agueda Jofré, madre de la trombonista de 14 años Marianela Soto.
Libertad a través del respeto
Según los docentes, el factor artístico no es primordial en este proyecto. Es, más bien, apenas un accesorio. La esencia del trabajo de la Fundación es incorporar valores como patrones de comportamientos en los niños, utilizando como metáfora vital el uso de los instrumentos.
El director de la nueva orquesta infantil, Francisco González, explica que el modelo de influencia “parte por la creación de hábitos y reglas básicas de convivencia. Y a través de cosas muy simples, donde ellos son participativos, como el cuidado del instrumento o el orden de la sala, se van adquiriendo valores”.
“Lo más importante es que un niño de una condición socioeconómica con dificultades carece de elementos de sociabilización desarrollados. Es decir, percibe su propia realidad, familiar y de lo que lo rodea, a partir de la defensa, por ser medios hostiles. Lo que hacemos acá es darle un espacio de libertad, a través del respeto y la analogía orquesta-sociedad, orquesta-comunidad”, añade Mario.
Un desafío por la excelencia
El repertorio de los niños ha avanzado en calidad en estos cuatro años. Comenzaron con el Tedeum de Charpentier, y luego montando piezas de Beethoven, Mozart y Tchaikovski, que se suman a arreglos en bandas sonoras de películas, canciones emblemáticas del pop internacional y folclor chileno.
Felipe Morros, subdirector musical de la Fundación Fosila, describe el proceso de aprendizaje como una instancia “llena de naturalidad”, donde los niños son capaces de poner a prueba su perseverancia, descubrir talentos ocultos y desarrollar nuevas habilidades sociales.
“Lo maravilloso de este proyecto radica en que entre los mismos niños se apadrinan en el aprendizaje. Por ejemplo, los de la orquesta juvenil, con un grupo de tres o cuatro niños, y se produce un trabajo grupal como si fueran profesionales de una orquesta. Es el valor del trabajo en equipo”, resume el instructor.
Bajo este sistema, los chicos tardan tan poco tiempo en dominar su instrumento como en adoptar como una filosofía de vida esparcir lo aprendido. “Son mancomunados en el trabajo y se potencian. Eso se traduce en que al momento de interpretar suenen como una gran unidad armónicamente”, añade Felipe.
Sobre el valor pedagógico, Francisco González explica que en este modelo el objetivo pasa por motivar en forma permanente a los chicos. “En el mundo exterior hay miles de otros estímulos, como la televisión. Nosotros no queremos hacerles el camino fácil, pero sí más atractivo, construyendo un desafío intelectual constante para ellos”.
Al respecto, Manuel Rivera, director de Desarrollo Comunitario de Codelco Andina, recalca que si hay una herramienta de responsabilidad social exitosa de la Corporación es precisamente la Fundación. “Básicamente, porque reúne tres requisitos vitales para un proyecto de esta magnitud. Primero, que está absolutamente ligado al desarrollo comunitario, mejorando la calidad de vida de los niños. Segundo, porque focaliza su acción en chicos de riesgo, con vulnerabilidades muy fuertes en el ámbito de su entorno familiar. Y tercero, porque es muy valorado por la comunidad, haciendo, a través de la música, un aporte a los niños y a la comunidad, entregándoles cultura. Por eso ha sido exitoso y se está replicando en otras Divisiones. Esta es una de las acciones que más orgullo genera a Codelco División Andina. Es una embajadora de lujo que nos llena de satisfacción y motivación para seguir buscando socios estratégicos y alianzas para obtener recursos y aumentar su cobertura”.
Testimonios Felipe Arellano, 14 años, violín: “En la orquesta he aprendido a trabajar en grupo. Este fue el primer lugar donde me integré socialmente, porque antes era muy tímido; aquí encontré un lugar donde era aceptado. Con la música aprendí a desenvolverme en otro mundo y a desarrollar otro tipo de habilidades, una forma distinta de ver las cosas. Cuando salga del colegio, me gustaría estudiar interpretación musical y física”. Aníbal Brito, 16 años, violín: “Fosila ha tenido una gran influencia en mi vida. Antes era súper tímido y esto me ha ayudado a saber expresar mi punto de vista, a darme a conocer. Cuando algo incomoda se conversa con total seriedad. Cada uno cumple un rol muy importante aquí y hacemos respetar la parte del otro”. Angelyne Troncoso, 15 años, violoncelo. “Cuando llegué no conocía el instrumento, no sabía leer música, y ahora sé todo eso y más. Ahora, quiero estudiar música o arte. Desde que llegué he desarrollado valores como la tolerancia y la perseverancia, que son fundamentales al integrar una orquesta”. |