Con 37 años de trayectoria en Chuquicamata relata su vida y su evolución profesional. Destaca los cambios positivos en seguridad y su pasión por el trabajo que desempeña.
En pleno invierno de 1981, un joven y esperanzado Luis Espina llegó a Chuquicamata desde Curepto, localidad cercana a Talca. "Vine a Chuqui gracias a mi padrino. Él tuvo la posibilidad de traerme, pero aún así me costó un año entrar a la empresa. Empecé a subir desde la escala mínima. Fui ayudante, después a operador Clase C y de ahí escalé posiciones. Cada vez que había un curso, participaba".
Luis cuenta que ha sido una bonita experiencia de vida trabajar en la Concentradora de esta división, porque le permitió formar su familia, con tres hijas profesionales, tres nietos y su señora que hoy lo acompaña en Calama. "Acá aprendí toda la operación, pasé por todos los puestos. Y eso me ha llevado a que muchas veces dependo las 24 horas de Codelco".
Con 37 años en la Concentradora, sin accidentes ni fallas, destaca lo importante que ha sido la división como formadora en su carrera. "En esos años uno tenía que aprender mirando, ahora no, ahora es distinto, todo está computarizado. Antiguamente la información era la que tenían los viejos y algunos la entregaban correcta, otros no tanto. Pero siempre busqué la forma de saber el por qué. Cuando ocurre algo siempre me pregunto por qué ocurrió y en base a eso saco conclusiones para que no vuelva a pasar. Gracias a Dios me ha ido bien".
Nuevos tiempos
"Los cambios siempre son para bien", así lo percibe Luis, quien valora sobre todo la evolución positiva en la seguridad de todas y todos los integrantes de Chuquicamata. "Desde hace mucho tiempo esta medida ha tomado un nuevo protagonismo. Hoy la seguridad es más importante que la operación misma".
Recuerda que las condiciones tecnológicas eran totalmente distintas en la década de los 80, cuando recién ingresó a la empresa. "Hemos ido cambiando algunas cosas, tenemos el apoyo de otros lados, el programa C+ de excelencia operacional que se está incorporando en toda la división, ha permitido hacer más dinámicas las reuniones".
Estamos dando valor a la piedra
Afirma que su trabajo es 80% en terreno y 20% en oficina, pero destaca que cada jornada es un nuevo desafío para él y su grupo de trabajo. "Tengo un equipo bien cohesionado, los resultado han sido positivos. Hay gente que lleva años con nosotros y la gente que se incorpora aprende rápido". Explica que esto sólo es posible por el "cariño inmenso" que le tiene a la Concentradora y a su equipo. "No hay grandes conflictos, somos una familia y si hay algo que solucionar, se hace en terreno o lo conversamos, pero siempre hay una solución".
Disfruta cada segundo que pasa en la Concentradora. Agradece y recalca que está comprometido con su labor. "Me encanta mi trabajo, más aún porque conocí el proceso completo. De una piedra que se muele, luego le sacamos el mineral y lo hacemos cobre para vender, es algo bastante admirable porque le estamos dando valor a la piedra. Chuqui ha sido una escuela para mí, todos los días aprendo cosas nuevas y el día en que ya no siga aprendiendo es porque ya no estaré interesado en esto. Pero todavía espero seguir un par de años más y que me siga gustando porque la Concentradora es el amor de mi vida".