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Campamento El Salvador, mucho más que un casco romano

El campamento minero fue fundado en 1959, se ubica a 1.100 kilómetros al norte de Santiago en la III Región y actualmente cuenta con cerca de 11.000 habitantes.

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Campamento minero El Salvador.

El Salvador, 8 de noviembre de 2010.- La ciudad de El Salvador es un asentamiento minero de características muy especiales, entre las que se destaca su particular diseño, que si se mira desde arriba, asemeja la forma de un casco romano.

Cuenta la leyenda que un alto ejecutivo norteamericano de la empresa Andes Mining Copper Company, dueña de los terrenos donde se emplazaría la ciudad, viajó al lugar junto a su hijo. El pequeño llevaba un casco romano de juguete, que se le perdió en el lugar. Su padre habría construido el campamento a escala del juguete para compensar al hijo por su pérdida.

Lo cierto es que esa leyenda no pasa de ser un mito. La verdad es que la ciudad El Salvador fue proyectada por el arquitecto norteamericano Raymond Olson, de acuerdo a un esquema de diseño muy preciso, acordado con la empresa Andes Mining. Inaugurada en 1959, su diseño en forma de semicírculo calza perfectamente con la topografía del terreno donde se inserta, lo que responde a un muy buen y eficiente trazado original, según destaca Eugenio Garcés, arquitecto y profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile, quien ha escrito varios libros sobre este tipo de asentamientos industriales, uno de ellos Las Ciudades del Cobre.

“Olson proyectó muy bien esta ciudad, que cuenta con el particular trazado urbano semicircular, único en Chile, ya que al aplicar esa forma geométrica lo hizo viable para albergar viviendas y servicios, adecuados a las necesidades de más de 10.000 personas, y situadas todas ellas en una posición equidistante del centro urbano”, señala Garcés.

El proyecto del arquitecto Olson consideró incluir varios elementos que permitieran romper con la monotonía del paisaje y con la tradicional repetición y regularidad con que se organizaban este tipo de campamentos. Entre ellos se cuenta la utilización de 10 diferentes colores pastel en las edificaciones y la inclusión de cuatro tipos distintos de viviendas unifamiliares, cada una con distintos modelos, de 3 y 4 dormitorios.

Además, la ciudad de El Salvador fue pensada como una comunidad peatonal, en la que los distintos equipamientos, servicios y áreas de recreación se encuentran a una distancia cercana desde cualquier vivienda, lo que facilita el desplazamiento a pie de sus habitantes.

Desde sus inicios, el proyecto contempló un verdadero trabajo de ingeniería social, que incluyó diversos estímulos para el desarrollo armónico de la vida social y familiar. Ello significó un esfuerzo por ofrecer las mejores condiciones de vida posibles para los trabajadores y sus familias, que habitarían este poblado inserto en un medio tan hostil como lo es el sur del desierto de Atacama.

La ubicación geográfica, bajo la protección del Cerro de La Virgen, facilitó las labores de construcción del poblado, ya que se trató de un proyecto adecuado a las curvas de nivel del terreno. Además, la ubicación representó una protección sicológica para la población y una barrera natural frente al accionar de los vientos del desierto.

La distribución de la ciudad se divide en dos grandes áreas residenciales, una, el campamento obrero y, la otra, el barrio americano. “Esta idea de separar obreros de empleados y ejecutivos se remonta a la época de los Guggenheim con el salitre, y en El Salvador se repitió una división social practicada en otros campamentos como Sewell o María Elena”, afirma Garcés.

El experto agrega que “los nuevos emprendimientos mineros tienden a disminuir esta discriminación social y usan el mismo estándar en las construcciones para todos los empleados, permitiendo que la relación entre los obreros y ejecutivos sea mucho más fluida y natural”.

A juicio de Eugenio Garcés, El Salvador cuenta con características únicas que deben ser preservadas en el tiempo, ya que son parte del patrimonio de nuestro país. Explica que la ciudad se enmarca en las denominadas company towns, es decir, pueblos o ciudades que nacieron al alero de una gran compañía, con fines netamente industriales o productivos.

A 50 años de su fundación, El Salvador se ha convertido en un asentamiento complejo, con una infraestructura necesaria como para ser considerada una ciudad, pero su dependencia de las faenas mineras en la zona recuerda que, tal como otros poblados industriales, cumple una función limitada, cuya vida útil está vinculada estrechamente a la actividad productiva de la zona.

“Considerando la gran calidad del asentamiento, edificado según un proyecto que aseguraba los mejores estándares funcionales y constructivos, y el importante rol que juega en la ocupación del territorio precordillerano de la III Región, sería deseable su reutilización para nuevos usos y actividades, complementarios y alternativos a la minería”, acota Garcés.

 

Eugenio Garcés tiene varias publicaciones sobre pueblos y ciudades industriales en su destacada carrera académica y profesional. Entre ellos resaltan el libro Las ciudades del salitre, del año 1999, Las ciudades del cobre, del año 2007, escrito en colaboración con Marcelo Cooper y Mauricio Baros, y el libro Company Towns in the America’s, recientemente publicado en Estados Unidos por la Universidad de California (UCLA). En este último, el capítulo sobre El Salvador lo escribió en colaboración con Ángela Vergara y su portada se ilustra con una imagen de esta ciudad de la minería chilena.