Marisel González trabajaba como auxiliar de servicio en una clínica, cuando un tío le comentó sobre el programa Aprendices, iniciativa de Codelco que busca incorporar a mujeres y hombres a la minería sin necesidad de tener experiencia previa en el área.
“Me decidí a postular, pensé que en una de esas me podían llamar y a la semana de haberlo hecho, me sonó el teléfono”, recuerda Marisel. “Yo siempre había querido trabajar en minería, así que cuando me llamaron estaba feliz. De hecho, antes de entrar al programa quería hacer un curso de maquinaria pesada, pero quedé como operadora de Plantas y me gustó mucho el trabajo”.
¿Cómo fue tu proceso en el programa Aprendices?
Fue de reuniones, entrevistas y luego pasamos a contrato a plazo fijo. Al principio tenía nervios, porque nunca había trabajado en minería, pero al llegar acá nos recibieron muy bien los compañeros y encontré esa disposición a enseñarnos, así que estábamos muy agradecidas.
¿De qué se trata tu trabajo?
Es de terreno, se basa en la revisión de los molinos, que es lo primero que hacemos al llegar. Luego revisamos ciclones, bombas, sistemas de lubricación, correas. Lo primordial es que la planta esté funcionando en óptimas condiciones. Cuando hacemos esas revisiones, siempre vamos de a dos y nos dividimos las tareas.
También hacemos labores de desatollo (retirar elementos que obstruyen las máquinas), que es uno de los trabajos más fuertes y que lo realizamos en equipo con el área de operaciones y también de mantención, para desatollar el molino.
¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
La detención y puesta en servicio de los molinos. Me gusta ver que todo esté funcionando y mover equipos tan grandes, que pesan toneladas, con solo apretar un botón.
¿Qué significa para ti ser una mujer trabajando en operaciones mineras?
Orgullo es lo que siento. Por mí, por todas las que hemos llegado y por las que van a llegar, porque se están dando las oportunidades y hay que aprovecharlas.
¿Qué dijo tu familia cuando comenzaste a trabajar acá?
Vengo de familia minera y por eso también estoy orgullosa de llegar acá. Mi papá fue minero y mi hermano trabaja en una empresa colaboradora en Sewell y también están orgullosos de que yo esté aquí.
Cuando mi papá supo que entré a El Teniente, casi se puso a llorar. Estábamos todos muy felices en la casa, mi mamá también.
¿Qué sientes que ha entregado la división a tu vida?
Estabilidad, tanto económica como emocional, porque sé que puedo seguir trabajando por muchos años más y eso me entrega tranquilidad, porque me puedo proyectar y aquí quiero seguir, aprendiendo y creciendo tanto en el trabajo como en lo personal.